animado cartas para ti

miércoles, 30 de julio de 2014

Carta De Un Caminante

Hola...
No sé a qué manos llegará ésta carta, pero me gustaría que alguien la lea.
Desde hace muchos años, casi veinte, voy andando caminos sin rumbo cierto
Desde aquél día, en que un accidente truncó mi existencia apartándome de mi familia, decidí andar. Pensé que la muerte me encontraría dormitando a orillas de algún río. De más está decir que era lo que más ansiaba.
Pero la vida me enseñó, que es Dios el que dispone el momento.


Mi rostro, las manos, todo mi cuerpo, ha sido curtido por los diferentes climas que me tocó soportar.
Cada amanecer debía esforzarme por abrir los ojos, caminaba un poco, sacaba restos de comida de las bolsas, y caía rendido sin atinar a nada.


No sé cuánto tiempo pasé en esas condiciones.


Una mañana, se acercó a mí una anciana ofreciéndome un pan y una caricia, entonces miré su blanca cabeza y por vez primera sentí que un ángel me protegía, fue como si un ser extraño se apoderaba de mi alma.
Desde entonces, comencé a ver el cielo imponente, observé los árboles del camino, las primeras estrellas del anochecer, y decidí seguir caminando, sin metas, pero admirando lo que encontraba a mi paso.


Así llegué a un humilde pueblo, dónde gente generosa me brindó un plato de comida, un lugar para dormir, y también libros.


Me apodaron *El caminante*...


Disfruté de la lluvia y el frío, calmaba mi calor en el arroyo más cercano, y leí, leí mucho, cualquier libro o papel que llegaba a mis manos.


Fueron pasando los años, y en mí se reflejaba una gran ternura, que hacía que los niños se me acercaran. Yo les contaba cuentos con la intención de dejarles alguna enseñanza, ellos no me temían, lo cual me regocijaba.
Ayudé a los albañiles, cuidé de algún perro, limpié un jardín, pero jamás quise afincarme en un lugar definitivo.
Lo que más me hacía gozar de momentos de felicidad, era el contacto con la naturaleza, y la cercanía de Dios.
Así llegué hasta hoy, cuándo los dolores se apoderaron de mí, me cuesta respirar, y a veces pensar.
En éste momento, sentado a la luz de un farol de la plaza, percibo que pronto emprenderé mi última caminata, por eso, ésta carta.


No quiero que me tengan lástima, les digo que éste caminante no pasó su vida en vano, a pesar de las tragedias y soledades, pudo abrir la puerta de su espíritu, y comprobar que no estaba solo.
Agradezco a tanta gente solidaria que se apiadó de mí, y jamás impidieron que siguiera el estilo de vida que había elegido.


Hoy, en mi vejez, anida en mi corazón un cúmulo de amor, y el deseo profundo de estar por fin, con los que me esperan en la inmensidad de la eternidad.


Me tiembla la mano....se me escapa el papel....veo una luz radiante que se acerca, parece un cometa...allá voy....


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